"La escucha atenta no es tanto una habilidad mental o un método
como una actitud, un estado mental que combina la concentración y la
atención con la curiosidad y el respeto” - Rebecca Shafir.
Reflexión
Practicar una escucha atenta es una acción que está al alcance de
todos. Como seres humanos, contamos con esta capacidad innatamente, sin
embargo, por diversas razones esta habilidad puede irse oscureciendo si
no la practicamos cotidianamente. Escuchar
con atención implica primordialmente tener una disposición de apertura a
lo que esté sucediendo en el contacto con el otro. Por supuesto, esto
no significa alcanzar una comprensión puramente racional o intelectual
de lo que se está diciendo, sino que implica expresar nuestra capacidad
de estar presentes, con humildad y receptividad. Escuchar en plena
presencia es una acción que tiene más que ver con nuestra humanidad e
inteligencia emocional que con nuestro oído o razón.
En
general, los niños se dan rápidamente cuenta cuando alguien está
presente, escuchando atentamente, o cuando alguien está distraído. De
igual forma, los niños valoran enormemente la presencia y escucha atenta
de quienes les rodean. Seguramente todos recordamos algún instante de
nuestra infancia en que algún adulto nos prestó una atención total, y en
ese instante florecimos y confiamos en nosotros mismos. También la
mayoría reconocerá por experiencia propia la experiencia de no haber
sido escuchado con atención y el efecto que esto produce en nosotros.
Cuando esto sucede consistentemente en una relación, poco a poco vamos
perdiendo nuestra humanidad.
Escuchar
atentamente no es lo mismo que“hacer como que escuchamos”, que es más
bien una fórmula o técnica vacía, un artificio sin experiencia y
profundidad. La capacidad de
escuchar no se aprende memorizando una secuencia de pasos específicos o
copiando actitudes corporales, sino que necesitamos más bien poner en
práctica nuestra capacidad de desaprender, de detenernos y cuestionar
nuestros hábitos y pensamientos. Recuerdo que en Plum Village, un
monasterio en el sur Francia había un monje que se preguntaba a sí
mismo: "¿Estás seguro?", como estrategia para no aferrarse a sus propias
ideas preconcebidas sobre las cosas y como una manera de volver
constantemente a mirar y escuchar como principiante.
La
práctica diaria y regular de la atención, aumenta nuestra capacidad de
reconocer las distracciones y retornar al momento presente, y por tanto
es una manera efectiva de entrenar nuestra capacidad de escuchar con
atención. Cultivar una escucha atenta nos
permite no sólo reconocer lo dicho mediante el lenguaje verbal, también
nos ayuda a establecer una comunicación más integral, captando qué nos
dice la otra persona con sus gestos, su cuerpo, reconociendo también las
circunstancias y el contexto en el cual se encuentra.
La
escucha atenta, por supuesto, no está limitada a escuchar a los demás.
Una parte primordial de la escucha es escucharnos a nosotros mismos,
permitiéndonos reconocer con aceptación lo que nos ocurre en el momento
presente, sea lo que sea. Escucharnos a nosotros mismos nos permite
escuchar a los demás con mayor claridad. Si cultivamos cotidianamente la
práctica de escuchar con atención, no sólo nosotros nos veremos
beneficiados, sino todos a nuestro alrededor, así la energía de la
presencia y la escucha atenta se transformará en una poderosa práctica
para estar más despiertos.
¿Puedes ver como ahora mismo ya estás practicando una escucha más atenta?
Práctica
¿Cuánto
tiempo dedicas a escuchar atentamente a quienes aprecias? ¿Puedes estar
atento, tanto a las palabras, como a los gestos, y a los anhelos,
necesidades y sueños de quienes están contigo? En los diálogos que
tienes en el espacio de trabajo, en tu familia y con los amigos: ¿Cuánto
tiempo hablas y cuanto tiempo te dedicas a escuchar? ¿Escuchas con
atención? Respecto a ti mismo/a: ¿Estás escuchándote con amabilidad? ¿Puedes darte el espacio y la escucha que mereces para acoger tus propias necesidades y anhelos?
Durante
esta semana puedes practicar el escuchar con apertura y atención y el
estar presente en tus comunicaciones con los demás. No hace falta hacer
un gran esfuerzo, sólo basta con observar intencionalmente lo que sucede
y practicar de a poco escuchar más atentamente. Nuestra
capacidad de estar disponibles y receptivos es uno de los mayores
regalos que podemos ofrecer a los demás y a nosotros mismos. Escuchar
con atención es abrirnos al milagro de estar vivos.
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